Aún recuerdo tus ojos,
rojos como rosas heridas,
ardiendo contra los míos
en esa noche sin consuelo.
Aún pido perdón,
aunque no sé por qué,
si fue el deseo quien mandaba,
si fue tu mirada la que me quemó.
Hay pecados que se recuerdan
como plegarias rotas,
y yo sigo rezando
ante el altar
de tus ojos.