Abuela, hoy tu ausencia pesa,
pero también me llena la certeza
de que sigues conmigo,
aunque ya no pueda abrazarte.
Te llamo Luz
porque eso fuiste siempre:
la calma en medio del ruido,
la ternura en los días difíciles,
el consejo que aún escucho en mi mente.
No necesito mirar al cielo para encontrarte,
basta con cerrar los ojos
y recordarte sonriendo,
con esa paz que solo tú sabías dar.