No somos amantes atados al destino,
ni esclavos de promesas en la piel.
Amigos, sí, en un juego clandestino,
donde el cuerpo se desnuda, sin control.
Tus dedos, mapa ardiente en mi piel,
incitan versos que la boca calla.
Un vicio dulce, un éxtasis sin límites,
donde un suspiro escapa en cada batalla.
A distancia, las palabras arden fuego,
caricias virtuales que incendian la razón.
Somos sombras danzantes en el ciego
impulso que nos lleva a la perdición.
No hay cadenas, ni altares que nos aten,
solo el vértigo de sentir sin red.
Dos cuerpos que en la noche se desatan,
en la hoguera de una fiebre sin merced.
En cada encuentro, una explosión prohibida,
un grito ahogado que busca libertad.
Amigos, sí, pero con la carne herida,
por la pulsión que no se puede domar.