D. Méndez

Lo hicimos en tu coche

Lo hicimos en tu coche,

joder, fue un incendio.

La piel temblaba contra el cristal,

el mundo se borraba en vapor y jadeos.

 

Tus ojos clavados en los míos,

sin escapatoria,

como si el deseo fuese un pacto

y el espejo el único testigo.

 

Me encantó sentirme atrapada,

presa de tu urgencia,

presa de mi propia entrega

que no pedía permiso,

que solo ardía por ti.

 

El vidrio sudaba,

mi cuerpo también.

Y en cada suspiro entendí

que lo prohibido sabe a infinito,

que hay placeres que no se nombran,

solo se repiten hasta el exceso.