MIGUEL CARLOS VILLAR

El diván de los deseos

 

 

El diván de los deseos

 

Allí,
entre los helechos de un bosque paradisíaco,
recostado en el diván de los deseos,
barajo los marchitos naipes de mis amoríos.

Carrozas,
adornadas con flores exóticas,
desfilan dejando tras de sí un perfume por descubrir,
como si cada pétalo narrara secretos olvidados.

Las musas
se ríen entre ramas,
cuchichean travesuras de días idos,
cuando el amor era juego y el corazón, teatro.

Mi diván,
escenario donjuanesco de conquistas sin destino,
donde cada acto quedaba inconcluso
y cada beso era preludio del olvido:
atrevidos avances se difuminaban
antes de conseguir el deseado cometido.

El cielo,
cómplice silencioso, acomoda las nubes
como telones de una función eterna,
realzando la magnificencia de lo que ya no es.

Muero de impaciencia por recuperar la escena,
pero la realidad toma el timón
que me lleva al habitáculo de los sueños rotos.