Y cuando —los hombres—
volvemos a ser animales,
vulnerables… perdemos el control
en los umbrales.
¡No!
¡El control no, bajo estos vendavales!
Así son los ciclos —naturales—:
ruedan, suben, revientan, colosales;
más poderosos…
¡No!
¡Más poderosos no, que no dicten sus caudales!
¿Que el hombre?..
¡No! —con sus rituales.
Todo lo que sube
tiene que bajar, dice la fiebre y sus cordales.
¡No! —repiten la torre y la bolsa,
con sus credos mercantiles y sus señales.
El hombre construye
como si el cemento fuese eternidad, sin desistir;
pero más fuerte es el derrumbe psicológico
que el material, al porvenir.
Primero quiebran las certezas —disparen los portales—,
luego crujen, uno a uno, los cristales, por asistir.
Comienza una era nueva:
antes de septiembre de 2001,
después de septiembre de 2001 —un partir.
Sirenas, polvo, pantallas; contamos pérdidas,
inventamos nombres, reaprendemos el miedo
que vuelve, como un ruedo, a insistir.
Y ahora, entre ruinas mentales y andamios,
entre cifras y hambre, entre humo y porvenir:
¿Cómo queremos reconstruir?
¿Con la prisa del mercado
o la paciencia del árbol por latir?
¿Con memoria —y su justicia—
o con el mismo molde por seguir?
¿Cómo queremos reconstruir?