En tu herida me refugio ya,
en tu dolor,
cuando mis manos miras
terremotos de inquietud.
En tus ojos
que ven y sienten,
que lloran,
el mal cableado de mis nervios.
Has visto las heridas ya,
como una instalación,
de falsos contactos,
ingeniera de lo adverso;
y los torpes movimientos
con que he intentado ya
reparar los errores,
con defectos.
No llores más:
la calma no es adversa,
temporal son las averías,
finitos los tormentos.
Los planos de mi instalación
que enmendan el dolor,
ya los he hallado:
los recuerdos discretos,
tus palabras de aliento,
atemporales,
tu cariño y amor:
programados,
pilotados remotamente
desde los recuerdos.