El Dolor De La Indiferencia
Caminaste junto a mí con un desdén profundo, tu mirada se perdía en el horizonte lejano, no hubo un gesto, ni una señal de reconocimiento, mi presencia fue para ti como el aire invisible, y mi corazón sintió el frío de tu negligencia.
Observé tu figura alejarse sin volver la cara, pronuncié tu nombre en un susurro que el viento llevó, las palabras se perdieron en el ruido de la calle, y la angustia se sumergió en lo más hondo de mi pecho, sin consuelo que aliviara tanto silencio impuesto.
Duele en el alma confirmar que he sido borrado, imaginar que no merezco ni tu rencor o tu odio, que soy menos que un recuerdo que se desvanece, una página en blanco en el libro de tu historia, un eco que se apaga sin dejar huella alguna.
A pesar de esta verdad que me hiere y me lastima, tu esencia permanece atada a cada uno de mis días, eres la sombra que me sigue en la claridad, el sueño que se repite en la quietud de la noche, la marca indeleble que el tiempo no logra borrar.
Y aunque el destino nos lleve por senderos opuestos, y nunca más nuestros caminos lleguen a cruzarse, seguirás habitando en lo más profundo de mí, serás el pensamiento que ocupa toda mi eternidad, la estrella que guía mis noches sin consuelo.
Esta pena que me inunda no tiene medida, es un río sin fin que corre por mis venas, un constante recordatorio de lo que nunca fue, del amor que se perdió en la indiferencia, y que ahora vive sólo en mi propia memoria.
—Luis Barreda/LAB