JavierManjarres

AcompaƱarnos a estar solos

La soledad se volvió
un visitante recurrente,
uno que me place recibir.

En medio de voces
que me gritan,
que me exigen dejar de respirar dolores,
de vivir de preguntas,
surge la necesidad de saber
por qué en tu mirada trémula,
perdida, cristalina, empañada,
se dibujan los trazos
de las palabras
que quizá necesito escuchar.

¿Por qué no dejar, entonces,
nuestras soledades a un lado,
nuestros mundos fragmentados,
y acompañarnos a estar solos?

Después de todo,
incluso la soledad
requiere compañía:
una voz ligera o grave
que trace un nuevo camino
de ideas desconocidas,
de lágrimas no dichas.

Quizá en el sendero del dolor
uno encuentre en el otro
el apaciguador del suyo propio.

No hablo de coincidencias
más allá del instante,
ni del sentimiento que se desborda:
para esta compañía
hay que comprender
que la bruma ya es espesa,
y un exceso rompería el hechizo.

Somos dos almas
que solo deben acompañarse
mientras descifran
para qué sirven
los pedazos rotos que les quedan.