Levantando su cuello, sublime y glorioso,
y mostrándole al mundo sus plumas oscuras,
su esqueleto aguerrido, con paso asqueroso,
va vagando, corriendo por tristes llanuras.
Va portando un guijarro su buche fastuoso,
y en su trote se esconden ventiscas seguras,
y en su brava cabeza de chícharo ansioso,
carga un duro cerebro de ideas impuras.
Cuando llega la noche, mirando a la luna,
se recuesta, volviéndose un lecho, una cuna,
y en el día despierta con ínclita luz.
Sobre el tiempo se pierde, saltando y corriendo
y en cenizas se enciende su escándalo horrendo,
revelando su enorme rigor de avestruz.