Recuerdo aquella tarde de verano,
que juntos navegamos lo divino
de aquel inmenso amor que florecía
con alas del ensueño cristalino;
tejido de preciosa incandescencia
que tierno cobijaba mi destino.
Mirábamos la senda del destino
repleto con petunias del verano,
con mágica y serena incandescencia
llevando en su perfume lo divino
en donde tan ardiente florecía
el sueño más hermoso y cristalino.
El timbre de su voz, tan cristalino,
bordaba con arruyos mi destino
cantándole al amor que florecía
con soles luminosos de verano;
trayendo de pasión rayo divino
con lumbre de gloriosa incandescencia.
Su rostro de serena incandescencia,
con halo celestial y cristalino
pintaba de pasión lo más divino
llenando de esperanzas mi destino;
que en medio de lo ardiente del verano
el ansia desbordada florecía.
Después aquel amor que florecía
tan lleno de soberbia incandescencia;
lo mismo que hace lluvia con verano,
mentira le quitó lo cristalino
logrando se nublara mi destino
y luego se perdiera lo divino.
Ahora, de aquel sueño tan divino
que un día cual gladiolas florecía,
las trampas tan arteras del destino
mancharon su estupenda incandescencia;
¡perdiendo aquel fulgor tan cristalino
que un día me ofreciera aquel verano.
Después aquel verano tan divino
que tierno y cristalino florecía
nubló su incandescencia y mi destino.
Autor: Aníbal Rodríguez.Sex