MARINER

EL ADIÓS QUE NUNCA NOS DIJIMOS

 

El adiós que nunca nos dijimos

Con la luz de aquella tarde,

te tengo aquí,

entre el blanco y el negro

de un instante eterno.

Nos abrazamos,

tú con esa sonrisa

que enciende el aire,

y yo, tan cerca,

sintiendo el mundo

en la palma de mi mano.

Sostienes el palo

como un báculo de tus sueños,

listo para la próxima jugada,

y en tu mirada, el brillo

de mil mañanas.

Pero el juego paró, hijo,

sin avisar.

Nos dejaron a la mitad,

con esa sonrisa intacta

y un abrazo que no terminó.

Y ahora,

en esta foto,

estamos suspendidos,

tú y yo,

en el adiós que no fue,

en el “te quiero”

que se quedó sin voz.

Pero aunque el silencio

nos habite,

el amor, hijo,

no sabe de distancias.

Vives en mí,

en cada recuerdo

y en el eco de tu risa.

Y este abrazo,

el que nos quedó de aquella vez,

te lo envío al infinito,

como un faro,

para que sepas

que sigo aquí,

sosteniendo tu memoria,

esperando la próxima jugada,

esa que nos quedó pendiente.