No me dejes todavía,
las horas pesan como cadenas rotas,
y tu silencio amenaza con hundirme
en mares que no perdonan.
Ven, quédate un instante más,
aunque el reloj me grite tu partida.
La vida sin ti es un puerto vacío,
un eco sin voz,
un cielo sin día.
Aún tengo fuerzas para amarte,
para sostener con mis manos
el mundo que se nos derrumba,
para gritarle al destino
que no nos robe la última caricia.
Tus ojos llevan la tormenta,
los míos se aferran al naufragio.
Pero en esta nave del olvido
quiero luchar contra la marea,
romper el timón,
y perderme contigo,
aunque el horizonte nos condene.
No me dejes, amor,
que sin ti me vuelvo sombra,
me vuelvo ceniza que el viento arrastra,
me vuelvo ruina que nadie recuerda.
Quédate, aunque duela,
aunque el mundo no entienda,
aunque la eternidad no nos pertenezca.
Porque amar así
es vivir mil muertes
y aún desear una vida contigo.