Hasta las golondrinas saben
que la lluvia no es eterna
y que todo río de sombra
desemboca en el sol.
Las alas anuncian
que el dolor es un huésped pasajero,
un fantasma de agua
que olvida su nombre.
Y nosotros,
habitantes del instante,
aprendemos que la eternidad se escribe
en los destellos de un sueño.