ALFREDO

Mi Viejo, él del alma buena.

Mi viejo arrinconado
en una esquina,
le pasen esperando,
un vaso de cerveza.
Yo sé que desea
le pasen la palabra
más que ese embriagante
licor de multitudes.
Ahí él está: acurrucado
en el bastión de las paredes.
Todos le dan la mano,
pero sin estrechar
duro su palma.
Tal vez porque no posee dinero.
Y aunque no tuviera nada,
mi viejo tiene buena el alma.

Ignoro la magnitud de su tristeza,
quizá sea tan dolorosa
como su cena solitaria.
En que rodeado se ve de sillas
todas llenas de aire,

y de pena.
Compartiendo con el silencio
la tan esperada sobremesa.
Sí. Así es en mi viejo la tristeza.
Mi viejo el del alma buena.

Después de describir
lo que percibo
casi siempre.
Me queda decir:
Viejo, mí hermano y yo
somos la extensión de tus consejos.
En ellos.
Se aprecia tu alma buena.
No anheles que los otros esperen
con regocijo tu llegada.
Para ellos eres un fantasma
que pasea por las casas
sin hacerse notar su caminata.
Pero para nosotros, tú familia.
Es tan importante, tú llegada
como las esperadas fechas
de los cumpleaños,
las navidades,
las fiestas patrias
o los años nuevos.

Si para nosotros, cuando llegas,
se nos hace rara tu presencia
como una silueta percibida desde lejos.
No es por falta de cariño.
Sólo que tú sabes: la distancia,
tantos años separados
como un lapso indefinido,
enfriaron la costumbre,
mas no el cariño.
Por eso padre mío.
En este fin de semana,
este viernes.
Cuando suelo estar contento
y rodeado de amigos.
Yo ando triste. Quizá no tanto como tú.
Pero hoy si mi tristeza
la tuya supero.

Padre, el del alma buena.
Camina alegre.
No te preocupes
si años cumpliendo sigues.
Yo haré valer la verdad
que me instruiste.
Aquella gran educación
que con foráneo apoyo
me brindaste.
Yo haré valer el sacrificio
que con mi adorada madre
compartiste.

Padre. Yo soy tu hijo.
Yo que sé de tus anhelos,
aquellos sueños
que no alcanzaste.
Y sé
que tu talento
no debe estar arrinconado.
Pero padre, si tus sueños
no descendieron de las nubes.
Los míos están por concretarse,
ellos por la tierra ya dan pasos.
Viejo casi no queda mucho por decirte,
sólo que te quiero
como quizás
tu nunca lo supiste.