Apareció su sombra en la penumbra,
señora de misterio y de elegancia,
y en su mirar de abismo y de fragancia
se desata mi voz que la vislumbra.
Su vestir oscuro, al roce deslumbra,
es llama envuelta en niebla de constancia,
es grave flor que nace de la estancia
donde la noche en bálsamo se alumbra.
Idilio extraño, dulce en su tormento,
pues cada gesto suyo es fuego y frío,
y en ambos ardo sin saber el modo.
Señora, en su silente movimiento,
me ata su hechizo, su fatal rocío,
y muero amando su misterio todo.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025