A mi vera habías llegado, sin ser llamado.
Irresoluta y entristecida ya, te observaba.
Por este amor de rodillas, ya había orado.
Instintiva e indecisa, por tu amor, rezaba.
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Mi alma juvenil, sin medidas, te adoraba.
Valga de excusa, la imberbe adolescencia.
¡Mi Dios, cuánto cuesta estar consagrada!
Es delirio ese amor sí, no existe, presencia.
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Los espejismos, inundan la razón del joven.
Mil excusas afloran en esa plena juventud.
De joven esperas que, mil besos, te roben.
Si el amor es real, el amor, tendrá plenitud.
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¡Es verdad que, cada quien, ama a su manera.
También, que cada ser, exaltará sus quimeras!