Carolina Ugas Pazos

El Vampiro

Esta sed me consume

sin piedad y sin disimulos,

no poseo ya un Dios

pues decidí darle la espalda

cuando empecé a beber 

la sangre de mis enemigos

en lugar de agua o de vino.

 

Por momentos me hago cruel

y me deshago de los espejismos

un viento caliente me hunde,

me roza los colmillos

y me sepulta no en la arena

sino en la tierra húmeda

de mis posesiones heredadas.

 

La costumbre dicta

que me han de servir

valvasores y siervos por igual

como despensa y hacienda,

como decisión agotada

y eternidad minimalista.

 

Esta divinidad menor

en que me estoy convirtiendo

es un proceso espiralado

hacia la nada que se extiende

sobre mi y de frente,

el abismo espera devorarme

mordiendo mis carnes de monstruo

y bebiendo mi sangre de depredador.

 

Existen galaxias donde puedo

esconderme y mutar,

cambiando piel y apariencia,

dentadura y costumbres,

perversiones indecorosas

y malignidades subsecuentes.

 

Estoy enfermo y maldito

no tengo fiebre ni malestar

pero si esta sed infinita

que me obliga a deambular

de una estrella a otra,

saltando meteoritos metálicos

y ejecutando rituales mestizos

cargados de cinismo y nostálgico afán.

 

OLLIN

19/08/2025