( Una hora y once minutos de la incipiente noche. )
La arranqué de infame fosa
y la arrebujé en mis manos,
perdiendo la vida al cabo
la doliente flor hermosa.
La enterré entre poesía,
en libro de amor repleto,
para guardar en secreto
las rimas que le escribía.
Hoy los pétalos sedosos
son callados confidentes
de este amor que se convierte
en pasión entre sollozos.
JOSE ANTONIO GARCIA CALVO