EL CABALLERO DEL ALMA

Confesión de un cobarde

¿Soy cobarde por amarte así?
Quizás sí —pero ¿qué hacer?
No puedo amarte de otra manera:
no puedo, me deshago, te quiero.
Me duele no tenerte,
pero creo que es mejor así.
Así no podrás hacerme más daño.

No espero nada de ti; solo me conformo con soñarte,
con tu mera existencia.
Sí: solo contigo, sólo eso —nada más.

Quizá ya me hayas olvidado,
quizá no sepas nada de mí y ames a otro como yo te amo a ti.
Quizá, al pasar, me saludes y crucemos miradas:
en ese instante moriré —mejor que eso no ocurra.

Volverte a ver sería avivar la hoguera;
o que digas un simple «hola» sería puñal.
Por favor, no seas cruel: prefiero que me ignores,
que actúes como si nunca me hubieras visto.
Eso prefiero.

No podría resistir tu mirada,
esa vocecita que me atormenta;
no podría: sería mi fin.
Tú vive tu vida; nunca sabrás
de este hombre que muere por ti,
nunca sabrás que hay un devoto
que te tiene en un altar silencioso

Mereces cosas mejores, no un cobarde tímido.
No —mereces un verdadero hombre; yo seguiré muriendo.

Mereces luz —yo me quedo en la sombra,
alimentando en silencio este amor que no te nombra.