Lincol

Ebrio de codicia

 

Ebrio de codicia

El hombre devora sus propias manos,
ebrio de codicia, de lágrimas secas.
Solo bebe dinero y placer vano
en un mundo que solo él entiende,
donde ortigas ahogan a las flores
y serpientes —listas para atacar—
sacian su ego con voraces ardores.

El hombre, dios mezquino de su tiempo,
primitivo en su núcleo esencial,
escucha el silencio de su moneda
y huye de sí mismo, perseguido,
con su sombra aferrada al hombro.

– LMML.