Apenas doce, trece,
o quizá catorce.
El padre firme, tra
dición manda, la
Suburra al fondo, a
la vista, los labios
temblorosos, de él,
el padre avanza, in
dudable, indeleble
al pánico que en la
cara de él se dibuja.
Apenas, avanza, él
al lado, como patíbu
lo que espera al fondo,
ella, concubina de con
fianza, nubia, achocola
tada en su piel, manos
expertas, sexo ducho, la
bios callosos a la incle
mencia, al rigor del in
deseo, y por lo visto, fir
me, el padre, la tiene por
puta de cabecera, y ella
recibe al púber, y ella, an
tes de retirarse a su apo
sento, mira en el padre la
acostumbrada anchura de
sus hombros, ya tanto pal
pados, tanto conocidos, y se
sonríe ante el adentrarse en
otro cuerpo, nuevo, recién
hecho, como cual pan que
sale del horno y huele que
alimenta, en tanto que él,
rígido, como sentenciado,
va tras ella a una suerte de
patíbulo de esencia y miel,
y ella se muestra, se abre, le
trata de despertar un posible
príapo enterrado en su ninfa
naciente, y se hace tocar el
seno por él, el sexo después,
cuando, poco a poco, como el
hielo da en derretirse ante la
incidencia del sol, él, núbil, tier
no como una espiga verde, se
suelta erectante, y ella, ante
tanta belleza y potencial se son
ríe satisfecha, y se presta a libar
de esa flor propia de primavera.
Apenas doce, trece o catorce,
nunca quince ni dieciséis, y ya,
paterfamilia mediante, es hora
de hacerse hombre, y de mandar
sobre la hembra como la noche
acaba mandando sobre el día...