JUSTO ALDÚ

BONITA

Siete presencias encogidas la rodeaban. No eran hombres ni niños. Sonreían mientras dormía en el bosque.

En palacio, el espejo seguía repitiendo el mismo nombre.
Cansada de la respuesta, la reina lo hizo trizas, pero en cada fragmento diminuto la blanca piel de la muchacha seguía intacta.

 

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