A ustedes que están ahí,y recorren minuciosamente estas líneas, esto ya no sé si es un poema, ya no es una caricia al alma, es un grito desgarrador violento como un látigo en la piel morena, como una relámpago en un apacible manantial.
Les pido una ayuda para que ese látigo no quiebre mis sentidos, para que tenga el valor de aferrarme a esta vida, pasan miles de imágenes en mi cabeza, y todas apuntan al dolor, todas me saben a herida.
¿Qué puedo decir?, la soledad es una sierra con dientes uniformes y que rosa sutilmente mi cuello. Cada peldaño es un fracaso y nadie observa, todos miran; nadie escucha, todos oyen.
Ya paralizado, sin ganas de tener ganas, con ojos vidriosos me dejó vencer, me dejo caer, porque mis gritos para otros son silencios, porque mi llanto siempre se oculta tras una sonrisa, tras una anécdota de alegría, anécdotas cada vez más lejanas; aún no recuerdo la última vez que fui feliz, feliz en serio, esa felicidad que te ocupa todo el pecho y te abrazas a alguien y lloras. Ahora hay algo en mi pecho, pero es totalmente diferente.
Me quedé atascado aquí, solo, sintiendo temor, cobardía, angustia, sin siquiera tener un entusiasmo de ver la luz, por eso solo quiero dormir, dormir por siempre, y no sentir esto que me frena y me quita el aliento.
Leyendo ustedes esto también son parte de lo que siento, sus vidas a través de estas líneas se entrelaza con la mía y soy y somos.
La poesía cobra vida y yo dejo ir a ambas.