Alicia era una niña pequeña en ese entonces.
Su familia era modesta. Sus padres, poco instruidos y muy trabajadores, tuvieron el buen tino de concentrar gran parte de sus esfuerzos en enviarla a un colegio que le brindaría una muy buena instrucción y un excelente complemento a su educación.
Íntimamente consciente de ciertas limitaciones ella era feliz y sus padres hacían magia para proveer todo lo que era necesario. Papá desde su gran dedicación y esfuerzo por un trabajo muy bien hecho, sumándole horas de extrañarlo cada vez que podía. Mamá una maestra de la habilidad e imaginación materializada en sus generosas manos, seguramente aprovechando los horarios del colegio, ya que siempre estaba en casa disponible para atenderla.
Llegó el día de un importante evento familiar y allí se conocieron. Alicia no salía de su asombro y su inmensa alegría, sabiendo que estaría ahí para ella en grandes momentos.
Sus padres estaban muy complacidos.
Ella quería que la acompañara más; hasta lo hubiera llevado al colegio si no estuviera prohibido en el protocolo, a sabiendas de que, su propósito de acompañarla, no duraría demasiado tiempo.
Terminado el año escolar, trató de estar la mayor cantidad de horas posibles con él.
Pasó un año y promediando el segundo, en mitad del periodo lectivo, tuvo que despedirlo.
Alicia creció y se convirtió en una adulta mas, en su corazón de niña, siempre estará el recuerdo de ese precioso vestidito azul, tejido y bordado por las amorosas manos de su mamá.
Miriam Venezia
13/09/2025