Yo sigo en el mismo sitio desde que te conocí.
Sigo despertando a las 6 AM.
Camino por las mismas calles.
Y tránsito los mismos caminos para llegar a los mismos lugares.
Los mismos lugares que visito desde que mi alma encontró la tuya.
Tomo el bus a la misma hora que hace tantos años, cuando te vi por primera vez.
No sé si enorgullecerme por tener una vida, si bien aburrida.
estable
O llorar por seguir en la falsa estabilidad que me da mi vida.
En mi mesa no falta lo esencial.
Pero sí he dejado de pensar en ti.
Aún te pienso, claro.
Ya no son siete veces a la semana ni tampoco los trescientos sesenta y cinco días del año.
Ahora puede que te piense, cuando mucho dos o tres veces al día.
A veces pienso en cuando a mi vida le traías emoción y una razón para abrir los ojos.
Me abruma pensar que sin ti en mi casa ya no sale el sol y ya no crecen las rosas en mi jardín.
La habitación se enfría.
Y por las noches se esconden las estrellas y las nubes.
Me da vergüenza en mi interior.
Saber que tú dejaste el pasado atrás.
Que renaciste sin mí.
Y que llevas de la mano a esos retoños que alguna vez fueron míos.
Que sí, a veces me piensas.
Pero más que como un amor
Como un deseo carnal
Como si fuese un premio que te ganas por ser el peor de los patanes.
Como si fuese una trampa para tu final feliz.
Como si fuese un trozo de madera tirado en el suelo de tu nevera que ya no sirve.
Me da vergüenza admitir que no te tengo.
Vergüenza de saber que no te veo, pero siempre estás en la cotidianidad.
Cuando tomo café
Un buen café
Tan amargo como tus besos.
Cuando he tomado sentada en el porche una buena copa de tequila mirando a la nada.
Y apenas estaba en su apogeo la tarde-noche.
Si, cuando se me hizo tarde para beber y para olvidar.
O cuando a la mañana siguiente
Intento caminar por la vereda viendo personas.
Pero todas tienen tu rostro y también se llaman como tú.
Y que aun así, sabiendo que no hay posibilidades, aún te espero.
Mis días aclaman por pedirte un nuevo amanecer, un nuevo holocausto que dé luz a mi existencia.
A veces me da pena decirte que
Sigo tomando mate los domingos.
Leyendo a Sabines
Y me preguntó inevitablemente.
¿Dónde estarás y por qué aún no has venido?
¿Recordarás el camino para venir a casa?
¿O es que encontraste un hogar más cálido del que yo te ofrecí?
¿Podrías llamarme una noche arrepentido de dejarme ir?
Y yo así estuviera en el paraíso de mis sueños, escapando de la realidad.
Yo respondería.
Iría por ti al fin del mundo.
Con tal de tenerte entre mis brazos.
Y si en mi cama hay una sola cobija,
La usaría en ti con tal de que no pasaras frío.
Sabes que muero en la noche cuando no siento el calor de una buena lana cubriendo mi cuerpo y aun así, por ti, yo moriría.
A veces me da vergüenza que todos sepan que aún te espero.
Y aun con todo esto que te he dicho,
Estoy harta de mirar a todos lados, en cada rincón de la ciudad, y que todo en ella me recuerde a ti.
Me pesa mi existencia que sobrevive a la sombra de tu imagen maldita.
La nada me carcome el cerebro y me arranca la piel.
Es de mañana.
Pero quisiera que fuera de noche para sumirme en ese sueño absurdo donde sé que te tengo conmigo.
Me da vergüenza amarte.
Y que tú solo sepas de mí, que sigo en el mismo sitio donde me dejaste la última vez.
Mientras tú conoces lugares nuevos,
Y te posas sobre paraísos que no me pertenecen.
Sin embargo, te odio, pero es cierto que me da vergüenza que sepas que también te amo.
Elizabeth Pérez
2025©