JUSTO ALDÚ

¡PANAMÁ, CIUDAD DE BOHEMIOS!

Ciudad de hechizo, magia sin manos,

cruel sortilegio de emociones,

y yo caminando, a veces con hambre,

a veces con frío, mojado en tu lluvia de ilusiones.

 

-Aguazal de sentimientos-

 

Grandes rascacielos llenos de egoísmo

de un lado  

y la historia metida hasta la médula en el otro,

gritando en cada adoquín donde los piratas dejaron sus sombras

y el altar de oro aún guarda secretos

que nadie se atreve a confesar.

 

Tus calles son venas,

tus plazas, cicatrices,

y yo soy la tinta que las recorre,

con el sufrimiento tatuado en la piel,

por ti tiemblan mis labios,

te disuelves en mi lengua

y en mis ojos camina tu desvelo.

 

Me embriago de azul, azul patrio,

de rojas emociones que transpiran los ecos,

y mis adentros se visten con ese tricolor

poderoso grito:

¡PANAMÁ!

 

A lo lejos el mercado se desborda de voces,

de olores que golpean la memoria,

y los transeúntes, fantasmas modernos,

se cruzan con los ecos de corsarios

que soñaban conquistar la eternidad

y sólo hallaron la ruina de sus nombres.

 

Bajo la lluvia de tu noche,

mi sombra se mezcla con faroles antiguos,

con los gatos que duermen en los balcones,

con los techos rojos que resisten el tiempo.

Eres deseada y única, hermosa Sultana de dos mares,

y yo sigo caminando,

con hambre de vivirte,

con frío al no sentirte,

con la ciudad tatuada en la piel.

 

Las gaviotas se ríen de mis pasos,

y el viento del mar trae historias de esclavos,

de piratas, de amores imposibles,

de noches en que las farolas iluminaban la traición.

Todo eso eres tú, ciudad de bohemios,

y yo soy un náufrago que aprendió a quererte así.

 

En cada callejón, hay un espejo de tu historia,

y mis manos lo recorren buscando

las cicatrices que me hacen tuyo.

Y cuando cierro los ojos,

te siento en cada poro,

en cada esquina donde el tiempo se dobla

y los fantasmas juegan a perseguirnos

en lontananza.

 

PANAMÁ, ciudad que no pide permiso,

donde los amores nacen y mueren

como barcos que nunca atracan,

y mi voz se rompe contra tus piedras

porque en ellas está todo lo que soy,

y todo lo que sufro

y todo lo que amo.

 

Los nombres de corsarios, mercaderes y poetas olvidados

susurran desde la memoria de tus calles y avenidas.

El altar de oro me mira y me reta

a no olvidar la sed, la sangre, la pasión,

y yo camino, mojado en tus ilusiones,

gritando tu nombre como un conjuro

como orate sin destino,

con tus etcéteras a cuestas,

con un corazón que no se rinde,

con un adentro que se viste de fuego:

PANAMÁ.

 

JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025

 

*DEL LIBRO CIUDAD DE BOHEMIOS, 2012, Contacto Editora.