Tumbando el alma en la cama
con las manos decoloradas
y los suelos bailaban;
olía el alcohol
que embarraba en las palmas
para volver al momento de calma.
El tiempo escurriendo
entre dedos,
los golpes al pilar
y el disgusto
llegaban a perdurar.
El dolor carcomía su brillo,
perdiendo el camino en la alameda
virando a la derecha
dejándole la responsabilidad
a quien menos le tema.
Pero mirando su reflejo
podía despertar, recapitular
y reaccionar,
pidiendo un día despertar.