En la penumbra de una habitación sombría,
un despertar grotesco, una pesadilla fría.
Gregorio, ya no humano, en insecto transformado,
su existencia anterior, en el olvido enterrado.
Las patas diminutas, un caparazón duro,
la familia, horrorizada, tras el muro.
El trabajo, la rutina, ya no tienen valor,
solo un cuerpo extraño, lleno de dolor.
La manzana podrida, lanzada con rencor,
una herida profunda, un amargo sabor.
La soledad lo envuelve, en su nueva prisión,
un ser incomprendido, sin salvación.
La hermana, antes tierna, hoy lo ve con desprecio,
lo tarda en sus acciones, lo trata como una carga,
su amor se ha marchitado, dejando una larga.
sombra de indiferencia, en su propio espacio.
El padre, autoritario, con furia y desdén,
lo empuja a su encierro, una y otra vez.
En el silencio oscuro, la muerte lo visita,
un alivio al tormento, una paz infinita.
El cuerpo inerte, ya sin metamorfosis,
un final sombrío, sin ninguna apoteosis.