“David, Belleza Elegida”
Era pastor, y el campo lo vestía
con luz dorada y perfume de rocío;
su canto era suave, su paso sencillo,
y en su mirada, Dios ya lo bendecía.
Sus manos tejían paz entre los rebaños,
pero sabían blandir la valentía;
bello y dulce joven, su alma ya sabía
que su ser se eterniza con los años...
Tenía el rostro como el sol naciente,
y el corazón como un templo escondido;
su belleza era deseable tesoro elegido
como el fulgor de la pasión inocente.
Los hombres lo miraban admirados,
las doncellas con suspiros escondidos;
su voz y eco deleitaban los sentidos,
un fuego hermoso sus ojos delicados.
Así es David, belleza consagrada,
que no se compra ni se desvanece;
pues hay rostros que el tiempo no envejece
cuando a la Belleza no la vence nada...
Annabeth Aparicio de León
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