Padre, hoy te digo adiós con el alma herida,
este momento llegó, sin previo aviso,
nunca quisiste estar solo en la vida,
y hoy, tu pesadilla se vuelve un hechizo.
Te aferraste a la esperanza con fervor,
buscando compañía, un refugio sincero,
pero el destino, con su implacable rigor,
te arrebata de nuestro lado, sin consuelo certero.
Sé que duele partir, sin un abrazo final,
sin la mano amiga que te pueda acompañar,
pero quiero que sepas, padre inmortal,
que tu amor vivirá, en mi palpitar.
Descansa en paz, padre, tu espíritu se eleva,
y aunque la soledad te alcance al partir,
en mi corazones siempre habrá una reserva,
para tu recuerdo, que jamás dejará de latir.