Las fantásticas olas mecidas en las copas de árboles milenarios
le susurraban al viento adónde ir
el Ave Fénix lo acompañaba
enternecido por el silbido suave de su canto
que era como su propio canto
la cuenca era angosta de alta pendiente
aguas cristalinas se deslizaban agitadas
entre peñascos, helechos y niebla
en la cima de las montañas
patos nadaban en lagunas deliciosas,
cóndores planeaban imponentes
la brisa acarició a los zorros plateados
deteniéndose a descansar
Fénix se remontó, entonces, hacia nuevos horizontes