Franjablanca

Volcán

Qué difícil es saber

mantener la compostura

justo antes de caer

al cráter de tu cintura.

Aun sabiendo que el abismo

es un viaje sin retorno,

me baño en ese bautismo

de tu lava y su contorno.

Sumerjo a los más profundo

del calor de tu caldera

y exploro todo ese mundo

escondido en tus caderas

para sorber el fecundo

rocío de tu primavera.

 

Es tu cuerpo mi jardín,

es tu vientre mi tesoro

que robo como un botín

sin clemencia ni decoro.

Es tu boca mi alimento,

son tus pechos mi locura,

es tu gemido un violento

ataque de autocensura;

tu respiración, el viento

que sopla en la singladura

que te recorre por dentro

las entrañas sin cordura.

Tu espalda es la curvatura

de barrocas arquivoltas

que placentera soportas

con femenina mesura

cada vez que te someto

al embate de mi cetro.

 

Veo tus manos aferrarse

a la sábana y la almohada

como queriendo negarse

a consentirte entregada,

pero tus ojos no mienten,

como no mienten tus piernas:

ellas saben lo que sienten

cuando se agitan y tiemblan.

 

Y nos comemos a besos

para saciarnos el hambre

hasta vaciar los excesos

del polen de mis estambres.

 

De su amor me quedé preso

al quitarle las mortajas.

Yo solo pensaba en sexo;

ella, a mi izquierda, en sus pajas.