Metateatro poético
Rasgaba su guitarra la morisca,
atada de sus pies en el salón;
el día ya bajaba su telón,
mas ella, avergonzada y muy arisca.
Miraba a la ventana con sigilo,
en ella, solo hallaba la ciudad.
De pronto, la invadió la obscuridad
y vio nacer del todo a su pupilo.
Un pájaro gorjea en el breviario,
el público impaciente, se ve ya:
en eso que se acerca el gran Bajá,
golpeando con poder el escenario.
El llanto se apodera de sus ojos,
no puede ni una lágrima rodar,
lo sabe, mas comienza a meditar,
¿adónde un día anduve por abrojos?
Mirándola aquel hombre, muy osado,
el velcro se lo muestra con horror
y grita: —¡mosca muerta, tu primor
verá la muerte ahora que ha encontrado!
Oyendo la amenaza aquella dama,
disuelve entre la gente su pasión;
y un monje que la observa, toma acción,
cortando del Bajá su gran pijama.
Del fondo del teatro, veinte mozas,
desnudas, salen pronto a ella salvar:
le quita la atadura un militar
y dice: —¡ya verás si bien te gozas!
Somete a aquel Bajá la ligadura,
el monje lleva al ave frente a él.
Y evoca unas palabras, ¡que, ay de aquel...!
Al fin, corta su cuello y su cintura.
Las mozas que desnudas presenciaron,
el público atacó con gran maldad;
y viendo que no había autoridad,
también a la morisca, desnudaron.
Entonces, la morisca, muy bizarra,
le dice al militar, —¿qué fue de ti?
Y viendo que cojeaba, dijo: —¡sí...!
Quebrando en su cabeza, la guitarra.
El monje, muy contento, le saluda
y corre a abrir las puertas del salón.
Mas ella, que ha perdido la razón,
golpea su cabeza y lo desnuda.
Las mozas al saberlo, le hacen coro,
bailando como nunca en derredor:
se suma la morisca con primor
y el monje, llora y llora por desdoro.
Entonces, un poeta que vio todo,
dispone en trece estrofas la función:
y aquel pájaro inquieto, por gorrón,
fue puesto desplumado contra el lodo.
Samuel Dixon