Sara Sofia Bocanegra Carvajal

Niño hecho hombre

Te escribí una y otra vez,
sin respuesta,
solo silencio,
solo cansancio.

No sabía si te hartaba mi presencia
o las dulces palabras
que se escapaban de mis labios,
carnosos y rosados,
esperando que voltearas a verme,
a decirme por qué habías cambiado
tan de repente,
a pedirme perdón quizá,
o al menos
a mirarme con esos ojos de ternero degollado,
tan crueles en calma,
tan sabios de mí.

Inconfundible tu aroma masculino,
despertando el hedor de la tierra mojada,
haciendo que las plantas se regaran solas
con el rocío de la mañana
radiante,
pero monstruosa tu presencia.

Apareciste a las seis
con tu café amargo,
con esas prendas amaderadas
gastadas por los años.
Sentí retroceder el tiempo
y volví al lugar donde te vi de niño
un niño solitario,
inmaduro y listo,
tan contradictorio que me hacía gracia.

Creciste,
con el don de la imperfección hecha perfección,
brincando en un pie en el patio,
pisando el pasto fresco,
respirando la humedad de los años.

Ahora vives conmigo
en una choza de palmeras y coco silvestre,
un estanco a la deriva del río,
de aguas profundas y meticulosas,
donde los sordos escuchan
y los ciegos ven.

-S.S