Alma aquejada al malestar de los recuerdos, un alma que se dispone a la vitalidad del cuerpo que posee mientras contempla con vacilo una eternidad.
Un alma solitaria en una tierra cruel, errante por ruinas de un corazón que pretendió dar oportunidad, un alma con frió con sed pero subsiste a las armas del odio y la mentira que brota de la boca de los caminantes sin alma, sin corazón. Un alma que se recupera con el tiempo en su contra en un cuerpo que muere lentamente.
Una, una sola alma que se escucha así misma y se acobija en sus anhelos, se consuela en si y en el sonido del silencio.