Momentos existen donde no hay palabras
que llenen los vacíos que hay dentro de mí,
y una oscuridad quiere llevarme al abismo,
pero algo me detiene: ¡sí, tengo que seguir!
Un suceso cambia para bien todo mi existir.
Encontrarse no es fácil cuando hay oscuridad en la vida;
diferentes situaciones te embriagan de problemas al vivir.
No encuentras palabras de aliento ni nadie que te sostenga,
solo pensamientos tristes que habitan dentro de ti,
cerrando las puertas de esperanza por donde ibas a ir.
Descabelladas ideas revolotean sobre la cabeza,
diferentes pensamientos se escuchan a cada momento.
No encuentras luz, ni guía, ni nadie que te oriente;
miras al horizonte y reclamas por tus sufrimientos,
pensando que no existe un Dios que te cuide ni te ame.
Algo, en un instante, pasa y te detiene;
no es un tren que avanza, sino que se detiene.
El tiempo solo recuerda que nada se queda,
¡ya caíste! No hay marcha atrás… ¿qué queda?
Solo levantarte y volver a empezar, nada más.
Empiezo a incursionar nuevamente como en una aventura,
teniendo claro que no me debe quedar ninguna duda.
Doy pequeños pasos, aprendiendo de cada detalle,
sabiendo que un ser superior existe y me guía,
con mensajes que empiezo a ver por todas partes.
Encontrarme a cada momento no ha sido fácil:
la vida trae tropiezos y retos constantes,
que vale la pena cruzar, pues se vuelven más grandes
si no afronto momentos adversos con persistencia.
Es menester seguir avanzando con coraje y fe vehemente.
Decisiones se toman con cautela y planificación;
es saber escoger el instante, en cada situación.
Ir deprisa a veces, otras pausar sin perder el control,
teniendo la aquiescencia de mi alma interior,
cambiando con actitud positiva y profundo fervor.
Un momento de oscuridad puede abrumar,
pero existen heridas que uno debe desahogar.
Escuchar, meditar y observar lo bueno que queda
es saber vivir, soñar, llorar, sonreír y bailar…
y que en todo lugar y forma te puedes amar.
A.V.A.N.
9/9/2025