Te encantaba que escribiera,
que con palabras pudiera dar forma
a lo que sentía,
a lo que aún siento.
Amabas mi cabello,
aunque lo tiñera de colores imposibles.
Amabas mi maquillaje,
aunque lo llamaras exagerado,
y amabas aún más mi rostro desnudo,
porque nunca dejabas de recordarme
que era tu favorito.
Amabas mi creatividad,
cómo te hacía sentir,
todo lo que fui y estuve dispuesta a ser por ti.
Pero más que todo,
amabas mi amor:
ese amor que podía darte más
de lo que alguna vez me di a mí misma.
Supongo que llenaba tu ego,
tu alma…
pero nunca fue suficiente,
porque aun así decidiste irte.
Tú decías y olvidabas,
yo escuchaba y guardaba.
Cada palabra tuya quedó tatuada,
hasta aquellas que dolían.
Hoy busco respuestas en el universo,
tratando de entenderlo todo,
tratando de entenderte a ti.
Te sigo amando
y eso me destruye,
al ver cómo moviste las piezas
a tu conveniencia.
Pensé que podía igualarte en el juego,
pero no somos iguales.
Perdón si no avanzo tan rápido,
si no puedo fingir que no existes
como lo haces tú.
Lo intento,
te lo juro que lo intento.
Y aunque quisiera
que leyeras mis palabras,
mis escritos,
mis poemas,
sé que nunca llegarán a ti.
No pienso enviarlos.
Si nos volvemos a ver,
que sea para decir adiós,
el definitivo,
a este amor fugaz y trágico
que se rompió tan rápido
que el viento se lo llevó.
Avi-