Ya no crujen las puertas
con el mismo lamento,
ni se escuchan los pasos
por los amplios pasillos.
Las tazas de colores, esperan
a sus dueños que no llegan.
Todo huele a muebles cerrados
y en la mesa, alguien
dejó su huella.
Hay que escribirlo todo...
para que no se olvide.
L.G.