Bajo la luna caminé,
buscando tu mirar,
y en el río reflejé
la tristeza de amar.
Las estrellas me guiaban,
susurrando en el viento,
y mis pasos tropezaban
con recuerdos del tiempo.
En la orilla te encontré,
silencio y sombra en la arena,
y tu voz, que escuché,
era dulce como azucena.
“¿Por qué tardaste tanto?”,
pregunté con el alma herida,
y tu mano, en un canto,
me devolvió la vida.
El río nos miraba,
la noche nos envolvía,
y la brisa contaba
historias de otro día.
Caminamos sin rumbo fijo,
entre sombras y estrellas,
y el corazón en su brío
sentía mil centellas.
El viento trajo memorias
de promesas que quedaron,
de amores y glorias,
de sueños que nunca hallaron.
Mas en tus ojos me perdí,
como barco sin ancla,
y entendí que allí descubrí
lo que mi alma franca.
La luna, testigo fiel,
nos cubría con su luz,
y cada paso era miel
y cada suspiro, cruz.
Entre la noche y el río,
entre el misterio y el tiempo,
hallamos paz en el vacío,
hallamos nuestro aliento.
Bajo la luna seguimos,
vagando sin dirección,
y
en la historia que vivimos
se tejió nuestra canción.