El vergel que viví pasó a desierto
con día caluroso y noche fría;
El arpa no tocaba melodía
y en cada tono,sólo desconcierto.
Se desgarró mi piel, y a pecho abierto
los clamores viajaron todavía
queriendo con los ruegos, esa guía,
para quien no hay, oscuridad ni muerto.
Un Adán suplicaba tu presencia
en su triste destierro, y lloró
al sentir el infierno de tu ausencia.
Como un manto tu amor lo protegió
y le mostraste sin igual clemencia,
que del sepulcro, vivo resurgió.
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