Fuiste ese amor primero
que tocó cada fibra de mi ser:
tú eras ternura,
y yo ingenuidad.
Tus labios fueron la primera conexión
que me hizo vibrar;
contigo descubrí un sentimiento nuevo
que solo pude llamar amor.
Era magia envuelta en sutileza,
en aquel tiempo en que te amé.
Íbamos de la mano a la escuela,
y junto a ti me sentía princesa,
aunque no existieran castillos.
En tu mirada encontré la paz,
esa que después busqué en otros rostros,
pero jamás volví a hallar.
En tu sonrisa veía el reflejo
de un futuro lleno de amor;
porque tú eras mi casa,
mi refugio,
mi más grande sueño.
Cada beso fue poesía
pintada con pasión en mis labios;
y en las caricias de tus manos
me quedaba en trance,
ante aquel encanto angelical.
Nunca supe nombrar
lo que tu amor despertó en mí:
fue pureza,
una fuerza sublime
que me hizo rendirme sin temor.
Con el tiempo entendí
que te convertiste en la historia más hermosa de mi alma,
la que se eternizó en lo profundo de mí.
Hoy, cuando la vida me trae lluvias y silencios,
regreso allí, al instante intacto,
donde la pureza no sabía de despedidas,
y el amor era un sueño eterno
que nunca aprendió a morir.
Allí sigues tú,
primer amor que no se borra,
allí sigo yo,
en el lugar sagrado…
donde todo comenzó.