Tu mano fue flor viva en mis jardines, el horario gastado de horas sin tiempo. La sombra que pobló todas mis noches y que apretó firme la savia del silencio.
Tu mano fue un pedazo de mi cuerpo, un corazón con dedos recorriendo la infinita dimensión de mi diminuto ser desnudo de piel, caricias, amor y besos.
Tu mano atrapó la vida y el deseo, abrió la puerta en medio de mi pecho y atravesó la cerradura como una llave hasta la misma boca del misterio.
Tu mano deshojo todas las tardes, tejió mañanas y auroras en mi cielo. Labró colinas huérfanas de soles y me encerró huérfana de lamentos.
Déjame sentir tu mano otra vez.