Al doblar la esquina me topé con ese sauce llorón: en el cual tallamos nuestros nombres encerrados en un corazón.
Lloramos y pedimos al cielo consuelo,mas este se nubló y comenzó a llorar, uniendo su llanto cual monzón.
Cuando se empapa de tristeza el alma y la humedad llega al corazón, la fogata de los recuerdos vividos calienta poco y nada.
Veré si le echo más leña a los recuerdos para así dormir un poco más calentito, y mañana... Mañana será otro día, Dios mediante.