Denise Arredondo

Un árbol y una copa

 

 

¿Te acordás de aquel árbol que plantamos?

¿Y de esas copas de cristal que nos regalaron una Navidad?

Esas que querías guardar para una ocasión especial,

y yo te dije que las ocasiones especiales ocurren todos los días,

que compartir algo de a dos y con amor ya era especial.

 

Aquel árbol moría y revivía cada septiembre.

 

Construimos un hogar de amor.

Pero cuando el amor se terminó de construir,

me desmoroné yo.

 

Quise arreglarlo todo.

Puse parches.

Martillé maderas.

Clavé clavos.

Atornillé uno por uno los encuentros que se transformaban en desencuentros.

Coloque pegamento sobre pegamento,

intentando sostener algo que no existía

 

Y cada noche,

podía sentir cómo caía del techo

el rocío del desamor.

 

Todo era artificial:

los parches, las maderas, el pegamento.

Nada podía sostener semejante estructura.

 

Las ramas de aquel árbol se secaron,

Y en el último septiembre

no volvieron a revivir.

 

Entonces,

empezaron a caerse las puertas,

las ventanas 

y el polvo entraba por cada grieta. 

Cada rotura me dejaba ver un poco de luz, fue en ese momento que pude entender que todo lo nuestro estaba lleno de oscuridad y que solo estábamos sosteniendo algo que hace mucho tiempo debíamos haber soltado. 

No puedo echarle la culpa al tiempo 

Ni a los trenes a destiempo 

 

 

¿Qué sentirá aquel árbol?

¿Aquellas copas de cristal? 

¿Aquella casa?

 

El árbol se fue apagando de a poco 

Las copas se guardaron en cajas 

Y aquella casa quedó vacía con la esperanza de algún amor le devuelva la vida