Se miraba aquel día
radiante y glamorosa;
lo mismo que se mira en primavera
los pétalos sedosos de gladiolas:
Su frente tan altiva
portaba la corona;
que es símbolo grandioso de pureza
que lleva la promesa de una boda.
Del piano se escuchaban
las melódicas notas
que anuncian con sublimes armonías
la entrada majestuosa de la novia.
Con pasos armoniosos
camina por la alfombra;
con esa regia estampa de las reinas
de homéricas historias.
En el altar los ramos
de gardenias y rosas,
del novio perfumaban los ensueños
que llenos de ilusión del alma brotan.
Del brazo desu padre,
en su mirada mora,
las dulces inquietudes que la invaden
soñando del amor tiernas auroras.
El novio que la espera
con ansias que galopan;
la mira tan helélica y divina
que anhela que termine ceremonia.
Vestido de ternuras
ante el altar se postran;
y juran ante Dios que su promesa
por siempre guardarán en la memoria.
Mas todo sería vano,
porque ella cual gaviota,
un día, de repente deja el nido
haciendo de los sueños triste sombra.
Ahora ambos se encuentran
lo mismo que las hojas;
que vuelan sin destino con el viento
en busca de esperanza redentora.
Autor: Aníbal Rodríguez.