Es una cosa curiosa, siempre que voy, nunca hay hombres.
Besalú es una comarca de arquitectura medieval. Su castillo, puentes, pueblo, comercios con armaduras y estandartes y de manera espontanea por sus calles y sus plazas grupos de artistas aparecen haciendo espectáculos con diálogos y vestuarios de época. Buena comida y buen ambiente.
Pero en la parte de abajo, digamos en el pueblo más moderno, le pregunté a un barman dónde podía darme un baño; es que hacía calor. Me dio las indicaciones: a la salida, pasando la gasolinera, una carretera rural, una señal de agua y un camino de tierra y, ohhhhh! Un río, una cascada y una laguna. Un cruce de caminos o un bado, no sé cómo se dice. Tiene una explanada que interrumpe el rio, y en ella, se sientan las muchachas del lugar (insisto, las varias veces que voy, porque me encanta ese sitio, nunca he visto a ningún hombre) desnudas bañándose en la cascada, o con algún trapito que deja poco espacio a la imaginación conversando sentadas al sol. Yo llego y aparco la moto, pongo mi toalla a la sombra de los árboles, Cuando me voy a mi rincón les sonrío, por supuesto mirándolas a la cara y no a sus desnudeces y me devuelven la sonrisa con simpatía. Supongo que por eso no van hombres; porque no saben respetar ese espacio de libertad.
Dos veces he ido con mi pareja y es imposible. Se muere de celos. Es de la Europa del este y se frustra en estas situaciones porque se piensa que yo quiero ir ahí por las muchachas, y no es así: me gusta porque es un lugar paradisíaco, aunque es cierto, que la presencia sensual de las muchachitas le da ese encanto especial, de un rincón de ninfas. No lo voy a negar; que yo no mire no quiere decir que yo no vea. Para eso me dio la naturaleza mis ojos.
Pero lo que me hace sentir bien es que soy aceptado con naturalidad. Incluso alguna vez he entablado una conversación, aunque lo mío es estar chapoteando en la laguna; yo voy a lo que voy.
Pero tengo que ir solo, y además en secreto. Eso es causa de divorcio.