Siempre hay un día nuevo,
aunque el cielo parezca cerrado,
aunque el viento traiga silencios
y el corazón se sienta cansado.
El amanecer no pregunta,
simplemente llega,
rompe la sombra,
enciende el aire,
y recuerda que la vida
nunca deja de comenzar.
No hay dolor eterno,
no hay noche que no termine.
Hasta la herida más profunda
aprende a sanar con el tiempo.
Cada paso,
por pequeño que parezca,
acerca un poco más a la luz.
Cada suspiro es prueba
de que la fuerza sigue viva,
de que todavía hay caminos por andar.
La esperanza no se grita,
se guarda en el alma,
en el latido tranquilo
que sabe esperar.
Porque siempre,
después de la tormenta,
el cielo vuelve a abrirse,
el aire vuelve a brillar,
y la vida
siempre encuentra la forma
de renacer.