Perdí el control.
Aceleré tan fuerte que fui a parar hacia el arcén.
Me dejé llevar por ésas curvas dibujadas en ése páramo perfecto iluminado por dos luceros indómitos
y no atendí las indicaciones
y aceleré sin pensar
y colisioné sin frenar
y mi corazón eclosionó
Se abrió como un capullo en primavera,
pero en un invierno sin cuartel
y la flor que tenía brotando en el pecho se cerró entumecida de frío,
temblequeó de dolor y se guardó su perfume.