Veo la hora de salida: es a las 7 de la mañana. Cojo el móvil, mi mochila y mis zapatos. Llego faltando 10 minutos para la hora. Me siento agitado, pero no hay tiempo para sentir; debo entrar. Corriendo por los pasillos de la estación, veo en la pantalla muchos destinos, muchos códigos. Con mucho nerviosismo miro mi boleto, y luego veo que mi tren es el primero de la lista del tablero… o más bien, el primero del siguiente tablero, a la derecha. Ya faltan 5 minutos y aún no he entrado. Debo apurarme. Mi corazón empieza a latir más rápido.
Enseguida veo que saldrá desde la parada 7. Voy corriendo lo más rápido que puedo hacia ella, pero no confirmo si realmente es ese. No hay tiempo para hacerlo: el tren está por salir y no me puedo permitir perderlo. Bajo por las escaleras rápidamente. Solo falta 1 minuto. No creo que pueda lograrlo. Toco el botón de la puerta y, finalmente, entro. Uffff... agitado, digo:
—Qué alivio… pensé que no iba a poder entrar.
Justo cuando entro, el tren se pone en marcha hacia su destino. Inmediatamente busco mi asiento para poder descansar. Pero… ¿cómo voy a descansar si dentro de muy poco tendré que salir de aquí? Me digo. Había algo que me incomodaba. No sé si eran los asientos, que son muy viejos, o soy yo quien se siente inquieto. ¿Por qué siento que este no es el destino al que debería ir? Con el corazón en la mano, vuelvo a mirar mi boleto. Observo detenidamente el lugar, la hora y el código del tren. Parece que todo está correcto. Confirmo con la azafata y, efectivamente, es el tren que me corresponde. Entonces, ¿qué es lo que me hace sentir que este no es mi tren? ¿Me habré equivocado?
Al final, llego al destino que marcaba mi boleto, pero lo único que quiero es regresar a la misma estación de tren de donde vine. No quiero ni siquiera salir de esta estación. Estoy seguro de que este no es el lugar al que debería haber ido, —O tal vez si, ¿Cómo lo sabré si no he salido de la estación?—. Observo a los demás y siento sus miradas extrañadas al verme parado en medio de la salida del tren. Escucho a todas las personas hablando entre ellas, y yo aquí, confundido, preguntándome por qué siento que debería regresar. Bueno… esperaré en el salón de espera —que realmente desespera—. Tal vez en estas horas cambie de opinión y salga de la estación, me digo. Pero siento que no soy de aquí. Este destino no era para mí. Ni modo… esperaré otras 8 horas. Tal vez, de regreso, sienta que en la estación anterior está mi lugar —al menos temporalmente— para entender hacia dónde debo ir.